¡Refrescame!
en el silencio,
que en sequía persistente
donde no hay rocío
que deja caer el instante
húmedo, transparente,
mi flor se seca.
¡Abrázame!
y déjame la herencia
de tu color
que en el asombro
vértice de tus brazos
sin culpas que instiguen
su tibieza
refugio de mis hielos
y vuelva
el entusiasmo fecundo
insobornable
de querer amar
concediendo privilegios.
¡Enséñame!
a conocerte,
a encontrarte,
a modelar mi destino,
y plantar nuevas semillas
en la greda de nuestras vidas.
Así nos habitarán pájaros
que se alimenten de júbilo
y nos den alegría.
¡Ayúdame!
a unir mis jirones
por depredación insultante
trajín de manos obsenas
artificio indigno
que ha acrecentado el resentimiento
e invalidándome.
¡Amame!
y llévame al infinito
paraje ante mis ojos
de plenitud que no alcanzo.
Abre la puerta de entrada
de nuestros cuerpos
camino a la eternidad
aroma de existencia
para embelesarnos.
Agita las ramas
de mi árbol caído, vencido,
ante la adversidad.
Agita la llama
que desvanece solitaria.
¡Estreméceme!
de amor tántrico
para alcanzar el todo...
¡aquí y ahora!
porque ni el ayer,
ni el mañana existen.
Donde estés, ven buscarme
sé que estás, pero no me sabes.
Malu de Lujan
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