domingo, 15 de julio de 2012

V i n o R o j o



En ésta plétora tristeza
se alza altiva actitud
que instala su desdén.
No importan las razones 
que truhanes se desplazan
destacando en el silencio su resistencia.
No importa el conjunto que rodea
la razón y su serpenteada voz
porque no está en discusión
ése orgullo, ni su cinismo
que manosea ladino su justificación. 
No importa, 
pues igual se quebró mi cántaro 
de tánto ir a por agua.
Cayó en medio de somnolencia
y confusión
que sobrecoge mi ánimo.
Cayó el soporte a antiguas verdades
develando su torva vestidura
de funesto pliegue.
No hay quietud mientras se ofusca 
el entendimiento
transitando por la desdicha.
Todo lo que asciende, desciende,
y mengua su ligadura
hasta que en laboriosa y sutil trama
se despeña y acaba.
En el tránsito obstinado 
deja estela de ceniza
y pasamos de ser arquitectos
a miserable obrero sin oficio
que recoge los escombros
esquivando la marea en el sano juicio.
No hay penalidad en el pacto
de travieso acontecer
donde se apuesta sin pensar
esbozando una sonrisa
que deja debatiendose en el aire
esa túnica de organza de recuerdos
memorables.
No hay recelo, ni sospecha 
del amor que no estuvo en venta
sino brebaje mesurado
de un vino rojo que vertió
la añoranza en fugaz mesa.
Ya no quiero menoscabar
la alegría que decrece
cada vez que recuerdo la visita
del amor que atisbó a mi puerta.
No importa el cicatero momento
de un falaz encuentro.
No importa quien fue
si fulano, mengano, perengano o zutano.
Solo sé que migaja o sobra o desperdicio
no halagan ni agasajan
a un corazón que se da 
¡entero! 

Malu de Lujan


 

1 comentario:

Rafael dijo...

Como el vino rojo y exquisito son estos versos de tu poema, aunque se nota la crianza en la bodega.
Un abrazo.