sábado, 8 de diciembre de 2012

Saqueada de Sueños

 
 
Perdí en ese caudaloso río de la vida
en su estrafalario descenso
los sueños que me acompañaban,
caballos sin brida, desafiantes.
Extraña hendidura,
rebujo insomne,
por donde se alojan los sedimentos
marca su pliegue
y me deja ver su extremo.
Cuerda débil me ata la razón
desde un apartado mirador de gaviotas
aparcadas en el cielo
frágiles, suaves, quietas, silentes,
donde me decido a olvidar la vorágine.
Me ahoga este silencio
gastado de vocerío y gritos
que han minado mi perfección
adjudicándose el derecho
a aplastar mi descanso.
Me envuelve el resentimiento
con su ruda capa oleaginosa.
Mi abnegación destruyó
los ecos y luces
como un dardo hábil,
impidiendo tenga el coraje de ver
la destrucción sagaz
la derrotada carencia
el roce de su desgaste
y vestí el ropaje de víctima
y transité como oveja de rebaño
y callé amordazada
con el pié descalzo
sobre los fragmentos
de mi propia destrucción.
A nadie importa el sacrificio
que afana y depreda
a nadie quita el sueño
esa manecilla implacable
de ritmo severo del tiempo
que devora,
nadie siente la ajena resonancia
de zumbidos dantescos
que perturban
ni la fricción de un constante dolor emocional
que roe, despedaza, carcome,
y extrae rauco desde su asilo
hasta el deseo de vivir...
Aparece como un brote
de pestilencia insalubre
que resuma su aliento diavólico
sin rumbo, ni cariz,
como un rastreo vil
un lance que aguarda agazapado,
una angustiosa voz que acalla
hostigando hasta perpetrar
la consumación de su deseo turbio.
Me aniquila caer a la desesperación
fardo inamovible
que me impone su impertinencia.
Soy humana, y sé que un estado depresivo
es pernicioso, pero no imperecedero,
una crisis existencial de larga data
turba, inquieta, y su peso devasta,
pero cuando ha sido el precio a pagar
por una obstinada opción
aún cuando se troca en lágrimas
nos va moldeando
hasta encontrar la perfección del alma.
Nadie es felíz cuando le pisotean los sueños
pero desde la pesadumbre
se encuentra el valor que gravita
nos hace levantar la cabeza
y da el consentimiento
para recoger las riendas.
 
Malu de Lujan
 

1 comentario:

Rafael dijo...

Largo poema que invita a una profunda reflexión, querida amiga.
Es como un desfile que va pasando ante el jinete, que de pronto, afirma las bridas y detiene la cabalgadura para levantar la cabeza, soltar las riendas y cerrar los ojos a la vida, mientras unas lágrimas bajan por su rostro.
Un abrazo en la noche poeta.